Después de lo que un caballero nunca va a contar, de ser, hacer, sentir y gozar; te observé como nunca a nadie: entraste al baño, prendiste la ducha aduciendo humedad, te hiciste un rodete, te subiste el vestido, te perfumaste, y así lenta y progresivamente volviste a ser quien no sos, la princesa de punta en blanco que todos esperan que seas.
Me quedé solo, caminé a casa pateando piedritas sabiendo que yo también volvía a la normalidad, a decirle a mi viejo que estuve con los amigos y me fue bien, a no ser yo.
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