2012


domingo, 17 de noviembre de 2013

Laberinto de Pasiones

Yo estaba como lo era usual, en aquel y en todos los tiempos, perdido frente al ordenador. Ella, en silencio y tan linda como siempre, envuelta en sábanas y leyendo una novela que ahora no alcanzo a recordar. Me miraba y me miraba, yo esquivaba tamaña sugestión.  Cada tanto caminaba por alrededor de los cuarenta metros cuadrados, siempre descalza y con una camisa mía en donde hubieran entrado tres cuerpitos suyos. Yo seguía absorbido por la fantasías que escribía, me habían sido indiferentes esos paseos suyos en donde, mucho tiempo después, me caería la ficha de que ella ya estaba pensando en Munich, aeropuertos y conferencias de chicos tan nerds como ella misma. Cual iba a ser mi rol? Ninguno, no me lo merecía, si habían pasado tres semanas seguidas con ella torturándome el oído para que la acompañe a sus eventos sociales y yo, al igual que ahora escribiendo esto, solo pensaba en terminar el siguiente párrafo.

Y todo salió como era planeado, me dio un buen beso en la boca y salió por la única puerta que me comunicaba con el exterior. Ese fue el final. Ya nunca más me atendió los llamados ni mensajes. Su futuro era prometedor, los dos lo sabíamos; el mío tan solo un precipicio al que me entregaría sin luchar. Y así fuimos en verdadera libertad por separado; otra vez había echado todo a perder por causas totalmente innobles e inoficiosas.

Pero hoy estaba leyendo la revista dominical del monopolio y me di con ella entre sus páginas: todo una exitosa emprendedora que triunfa en el extranjero como programadora; y yo sigo acá, enredado con la misma papeleta que dos años atrás. Y también resulta que hoy es su  cumpleaños y por fin nos llamamos y no nos peleamos.  Todo una epopeya. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

De diluvios y otras yerbas...

¿Hace cuanto que no nos vemos? Qué importa, voy a tu encuentro. Te llevó mi nueva novela patéticamente escupida en dos semanas como excusa. Siempre nos reímos de las excusas, nunca las tuvimos, ni por una vez. Entonces me bajo en Piedras y encaro para Defensa cuando el diluvio se apodera de los cielos. La excusa corre peligro de extinguirse y  así es que me resguardo en un bar. Me pido un cortado y la releo atentamente, a la excusa por supuesto.

¿De qué manera te me iras a reír en la cara? ¿En que rincón de los recuerdos guardarás todo lo que fuimos alguna vez? Esos domingos por la noche al frente del café Tortoni compartiendo la mesa con Los Poetas, creyendo que alguna vez alguien se acordará de que nosotros resucitamos la desteñida Avenida de Mayo; o de como odiábamos los lunes y martes de oficinistas, de como nos refugiábamos en el cine horario tres de la tarde; ni qué hablar si de casualidad de acordás de la primera vez que te vi actuar y supe que ibas a ser mía; de la cantidad de viernes que me aparecía por tu teatro tres horas antes de la función para dejarte algún regalito en tu improvisado camarín; de esperarte afuera a que terminen los aplausos para ir a caminar por Boedo y sentirnos libres de cargo y culpa; de las interminables noches en mi tallercito y los acotados dias de amaneceres a las cuatro de la tarde..............¿Qué será no?

¿Me preguntás si siento nostalgia? No, esa es la respuesta. Un no rotundo. Fue un cambio. Otra vida y otras emociones. No me rayé ni nada, cambie todo por amor, cambie de piel, cambie de música y hasta no sabes las películas que tuve que ir a ver por amor. ¿Ya te estás riendo? Para che; todo fue con alegría, cuando hay amor no importa nada mas. Pero el amor se fue como se terminan todas las cosas a las que nos aferramos en esta vida. Y ahora llueve y no puedo salir de este mugroso bar con olor a panchos hervidos. Y ya no se si tocarte la puerta. ¿Qué carajo te voy a decir? Si la verdad es que tengo la cabeza a dos mil kilometros de vos.

Entonces ¿que será? Nada será, saber que como siempre, a pesar de desamores y de viejas nostalgias, el futuro siempre es mejor. Nos está esperando como siempre pasó, con emociones para los dos.  Es nuestro, es tuyo, es mio.