Después de mucho rock, me voy a
permitir ejercer la nostalgia.
Terminaba de leer por segunda vez la
novela de mi amigo Lucas C. y los efectos fueron símiles: lágrimas sobre la
tinta y un desierto en la boca por las noticias negras que llegan de ADEF.
Pensé tímidamente en esmerarme y escribir una crítica para que salga en alguna
de las revistas que frecuentábamos, pero deserté: ¿quién carajo soy para
pedirte indirectamente que te mejores? ¿con qué cara de diría que te calmes y
que mejor seas un canalla que se levanta cada mañana para apoyar el culo en un
asiento de oficina? De ninguna manera. Mejor seguí jugando fuerte, sin entregar
tus sueños a un trabajo estable ni vender tu libertad en cuotas mensuales
llamadas salario.
Así te recuerdo:
Te vi por primera vez cruzando una
empedrada calle de San Telmo y supe que vivías en estado de gracia permanente,
desfachatado y zarpado te uniste esa noche para un recital y diste cátedra de cómo
hay que vivir: al límite. Si Mick Jagger se cruza con vos, se mea en los
pantalones. Pero nadie te da bola, como siempre pasa. Para la gente decente sos
un paria inadaptado, un marginal incapaz de cumplir ordenes y hacerle el juego
a la pedorra corrección y moderación que reinan en casi todos los ámbitos.
¡Qué poco nos vimos! Pero bastó para
hablar de Panero, Buñuel, Thoreu y tantos etcéteras que aprendí con vos. Pero
no sólo eso. Sos un faro de poesía frente a la bulimia generalizada. Mientras
la ciudad se pudría, vos eras capaz de tocar el timbre para ir a un cine
perdido, nunca pusiste una excusa para tocar un tema tuyo en la guitarra y tu
escaso dinero tampoco era un freno para festejar: sabías siempre de algún
evento cultural donde podíamos “caer a empanzarnos de empanadas y vino”.
A pesar de tu imagen de forajido
nocturno inabarcable, también tuviste tiempo para mostrar tu costado fraterno y
tierno, cómo cuando te dije que estaba bajón y cruzaste toda la ciudad con un
teclado a cuestas para cantar “solo se trata de vivir” de Litto Nebbia. Te
quedaste a dormir en casa para bancarme y no preguntaste demasiado, respetando
el silencio que se deben dos varones. Qué gesto que conservo debajo de la
alfombra de mi corazón.
A fin de cuentas, prefiero saber que
estas hecho mierda pero convencido que vos lo elegiste así; que esa siga siendo
tu manera de luchar y mostrarles a todos la mierda en la que nos desenvolvemos.
Porque lo tuyo es lucidez pura y no te esta matando la cocaína o el paco, sino
esta sociedad drogada de televisión y fútbol que nunca te va a entender. No me
quedan dudas que ahí en el fondo del mar también te vas a encontrar con
letras, música y algún proyecto literario.
Te extraño como si nos hubiéramos
estado viendo. Te abrazo fuerte.
Santiago Jorge