Porque el destino esta en el colectivo, en el subte, en la solitaria función de trasnoche del cineclub, pero nunca en el boliche, donde masas uniformes y superficiales repiten, se preguntan y se contestan siempre lo mismo.
Que contradicción, suerte y desdicha la mía: conocernos ahí, donde nunca volvimos; pasar tantas horas entre tu humo y tus pinturas, mis discos y mi guitarra, para luego perdernos así… Por la cotidianeidad de lo cotidiano.
No lo aprendí nunca y ahora me doy cuenta; y vos que te creías librepensante no lo pudiste terminar de entender, pero ninguna culpa podes tener si apagabas la luz y me pedias que te cuente un cuento donde los personajes sean animales y yo bicho malo plagiaba algo de Rulfo o Quiroga según la ocasión.
¡Pobre niña mía! Superabas todos tus miedos haciendo un nudo con nuestras piernas; ¡y esa piel! La más suave que nunca volví a tocar; tan infeliz pronosticarle una lluvia a esos ojos.
¿Cómo pude lastimarte a vos lumpencita? Te jure tantas veces que mi alegría seria la tuya y mira lo que hice. Te engañe con aquello de un brazo por vos y no te supe devolver algo tan elemental, tan humano como las cosas simples de la vida.
Santiago Jorge