2012


miércoles, 12 de septiembre de 2018

10 años después



Tu réplica jujeña vino a parar a mi clase. Entró como si nada, se acomodó en el fondo, enchufó su notebook gubernamental y fue ajena, casi ignorante, de las turbulencias ocasionadas. Toda una lucha desplomada. La vulnerabilidad ante el devenir de las cosas que, creemos, nos pertenecen. Las debilidades encarnadas con los vicios.

Explicar Kant fue una nebulosa insoportable. Ya no importaba esa clase. Abstraído del contexto, se presentó sin más la teoría de la relatividad findelmundista: el abismo entre la miseria privada y la vida pública envuelta en un éxito superficial. Saber que todo lo que se compra (a expensas de ese supuesto éxito) nunca va a alcanzar para frenar la fritura que te cocina el corazón. Los aplausos hacen eco en la soledad y dormir es un tránsito irremediable a pensamientos circulares.

Todo por unos rulos que caen sobre una piel tan blanca como el yogurt, unas manos refinadas y tu sonrisa siempre exagerada, casi grotesca, pero con una pizca de picardía emocional.
Todo tan parecido a vos.