¿Quién invento
los domingos?
la fiesta termina
y
quedamos solos y
doloridos,
a las ocho de la
mañana
el desengaño y el
desencuentro
se fusionan
dentro mío.
Nada que hacer ni
a quien llamar
las puertas que
se abrían
fueron un solo
portazo,
para rematarla…
la tarjeta del
bondi crocante,
no queda más
remedio que caminar
arrastrándome por
ella
con las penas a
cuestas,
pero de golpe un
chofer se apiada
y viajo parado, de
prestado.
Unas chicas se
quitan el auricular
y hablan circunstancialmente
de lo dado,
las escucho con
atención y me acuerdo
la bolilla que
siempre me toca,
la que nunca
repaso
la que me tiene a
mal traer:
no se diferenciar
a quien acostar
a quien recordar.
a quien olvidar.
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